miércoles, 30 de enero de 2019

Crítica: Kingdom Hearts III


No me gustaría alargarme mucho, pero es complicado. 14 años esperando este juego, pues la crítica, aunque comprimida, requiere de contexto.

Cuando hace unos años dije que me encantaría tener una PS4, me autoexcusé diciendo que era, principalmente para jugar al FFVII y al KHIII. Amortizada. Bueno y de por medio han llegado docenas de maravillas, claro está. 

Pero las expectativas con respecto a este título estaban por las nubes desde hacía muchos años. Bueno, más que las expectativas, las ganas de disfrutarlo, que leches. Más aún cuando el año pasado me repasé toda la saga gracias al bundle 1.5 + 2.5 remix, que incluía:

Kingdom Hearts Final MIX + Kingdom Hearts Re: Chain of Memories + (escenas cinemáticas en alta definición) Kingdom Hearts 358/2 Days

Kingdom Hearts II Final MIX + Kingdom Hearts Birth by Sleep Final MIX + Kingdom Hearts Re: Coded

Un bundle que por cierto recomiendo a los más jugones de la saga o a los que se quieran atrever con este KH III porque este juego es tan vasto que hay que estudiarse la historia con ganas y revivirla para tenerla fresca y no perderse ningún detalle.

Desde luego, ese es uno de los puntos fuertes de Tetsuya Nomura. Si bien no es un narrador majestuoso o innovador, sí que es de los que se compromete y ha cerrado la saga como dios manda, atando todos los cabos que habían quedado sueltos durante los últimos 17 años y más de una decena de juegos. Aquí hay referencias para parar un tren, a todos y cada uno de los juegos de la saga. 


Digo que no es innovador porque la historia que ya en el 2002 nos planteaba Nomura, cuando le dieron carta blanca para fusionar las sagas de Final Fantasy con los universos Disney, era una bastante básica. Una historia de amistad y de luz contra oscuridad que realmente hemos visto ya muchas veces. Pero la magia con la que está contada, lo carismático de sus personajes y los mundos Disney, han convertido a esta saga en toda una joya para más de una generación. 

Con el KH II en 2005 ya lo petaron. Madre mía, cuantos años hace ya que Sora salió de las iIslas del Destino. Cuando lo jugaba ahora de segundas en el bundle, de hecho recordaba aquel verano pegado a la PS2 de un amigo, en la playa, y hasta echaba de menos el doblaje castellano en el que Sora tenía la voz de Ash Ketchum. 

Y después, quizás llegó el bajón. El bajón en forma de desmembramiento, pues desde aquel momento, la historia de Sora y compañía, de la organización XIII, de Riku y Kairi, de Roxas, Axel, Ventus, Terra y Aqua, entre muchos otros, se nos iba a ir contando a través de muy diversos títulos y en distintas plataformas. Hacer seguimiento de estas aventuras se volvió cada vez más complicado. 

Pero ya digo, Nomura ha querido cumplir, y en este KHIII va cerrando todas y cada una de las historias planteadas a lo largo de todos aquellos juegos. Y ya digo, el que es muy fan, lo goza cosa bárbara. 

Vamos por partes. Esa historia. Pues sin desvelar mucho, partimos de donde se quedó la historia en Dream Drop Distance y continúa el camino del héroe de Sora, Donald y Goofy,¡ en pos de reclutar portadores de llave espadas para derrotar a Xehanort de una vez por todas.  La cosa arranca con un larguísimo prólogo, un KH 2.9 en el Olimpo de Hercules, para luego montarse en la nave Gumi (si, ha vuelto la nave gumi, pero os aseguro que es más divertida que nunca) y viajar a otros universos, como es costumbre. Esta vez, pasamos por la Caja de Juguetes de Toy Story, donde te lo pasas pipa combatiendo juguetes en Galaxy Toys, por el Reino de Corona, entrando de lleno en la vida de Rapunzel y siendo parte de la trama de la película, por Monstruópolis, visitamos Piratas del Caribe, Big Hero Six, el reino de Arendelle de Frozen o volvemos al mundo de Winnie the Pooh.

Además de otros lugares propios de la saga. Y todo esto, a través de un apartado gráfico espectacular. Y eso que la gente tembló hace unos años cuando se dijo que cambiaban el motor gráfico de este Action RPG o JRPG si lo consideráis un ARPG japonés. Bueno, lo que sea. El caso es que en lugar del Luminous Engine que Square usó en en FFXV por ejemplo, emplearon el Unreal Engine 4, algo que retrasó el lanzamiento del juego. Bueno, eso, el guion, los cambios de diseño… es lo que tiene cuando un título se cuece a fuego muy lento. De hecho a veces me pregunto si los mundos propuestos son los originales o han cambiado, porque BH6 o Frozen están a la vuelta de la esquina.

En fin, apartado gráfico. Pues eso, pese al cambio a Unreal, es una auténtica pasada. Le va genial además a los gráficos más infantiles y coloridos propios de la saga y de Disney. La verdad es que es espectacular el modo en que nos adentramos en las películas, ya digo, a veces en medio de la trama, reviviendo los acontecimientos de la película pero con Sora de por medio y otras veces, partiendo de un momento posterior a lo que hemos visto en la peli, lo que normalmente ocurre con títulos más antiguos o conocidos, como Hércules, Monstruos o Toy Story. Por cierto, como me alegro de la inclusión de Pixar y sus historias. Antes hablaba del carisma de los personajes, y es que si bien otras veces eran un poco de madera, en esta edición, te sientes como un niño interactuando con la perfecta recreación de Buzz Lightyear, o de Rapunzel, o de Mike Wasowsky… 

Ya me habría gustado tener una PS4pro para fliparlo con los 60fps que permite el juego, pero ya os adelanto que en una PS4 de toda la vida, se ve de perlas. Las escenas parecen extraídas de las películas o lucen incluso mejor. Los combates son alucinantes, por su dinamismo y por la cantidad de elementos en movimiento y los final bosses, lo más épico que nos han echado encima en mucho tiempo. 

Y es que lo de los combates tiene traca, porque en este KH se han añadido elementos de todos los juegos anteriores. El tiro certero, el modo acróbata… pero también distintas llaves espadas con múltiples transformaciones, la capacidad de equipar tres de ellas al tiempo, magias en forma de atracciones Disney… una auténtica locura que le aporta una riqueza sensacional a un juego que, precisamente se basa en la exploración y el combate.

Y por cierto, hablando de explorar, los niveles son de los más divertido. Algunos un pelón lineales, pero en general, bastante completos, con la particularidad de que ahora existe la verticalidad, pues le han proporcionado a Sora la capacidad de correr por las paredes para llegar a emplazamientos remotos en las alturas. 

Qué me queda… ah sí, el sonido. Pues igual de genial. Tanto a nivel de efectos, como de voces, sobretodo para los norteamericanos, claro, que siguen gozando de elencos originales Disney y de Haley Joel osment ya treintañero en el papel de Sora. Y con la música, qué decir, que los dos temas de Utada Hikaru, a la que esta vez acompaña Skrillex, son una maravilla, ya lo dije en el jukebox. Pero es que vuelve la compositora Yoko Shimomura, recreando temamos y temores de antaño y remezclándolos para ponerlos al día. Nos ponen los pelos de punta y hacen de este título el más épico de todos si cabe. 

Por lo demás, un juego de algo más de 30 horas, donde ya digo, se cumple con las promesas y se nos da un cierre en condiciones a este ciclo del buscador de oscuridad o ciclo de Xehanort, con una fase final que estoy por jugar, que comprende las últimas 6 o 7 horas y que dicen es una cuesta abajo sin frenos hacia la gloria bendita. 








miércoles, 9 de enero de 2019

Bumblebee: Crítica


Puede que Bumblebee sea para algunos la película de Transformes más pequeña hasta la fecha, pero sin duda es un maravilloso homenaje a los fans de la G1 de Transformers, a los originales de los 80 y a la propia película de animación de Transformers y su BSO.

Desde luego, el guion de Christina Hodson es una típica historia de “amigo mágico”, similar a ET en muchos aspectos, es también peli de mujer y mosntruo, como la Forma del Agua, que puede ablandar muchos corazones al tiempo que nos da dosis justas de batallas cibertronianas y un toque ochentero de los que deja buen regustillo. 

Tras 11 años soportando al bueno de Michael Bay, y tras el destrozo doloroso que me pareció el último caballero, a la saga le hacía falta un cambio de dirección. Y qué mejor modo de cambiar de dirección que cambiando al director? (chistaco y risas enlatadas)

Tras Transformers 3 el lado oscuro de la luna, Bay dijo que se bajaba literalmente de la montaña rusa que había creado. Y debió hacerlo. La Era de la Extinción dio un giro curioso e inconexo al universo fílmico, con aciertos y grandes errores. Pero ya digo, TF5 se cayó con todo el equipo y a todos los niveles. La película era más una atracción de feria que una experiencia fílmica.

Aire fresco. Ha llegado Bumblebee y con ella un nuevo punto de vista sobre estas máquinas cibertronianas que se disfrazan de vehículos. Puede que Travis Knight, el director de Kubo y las cuerdas mágicas, haya hecho la mejor peli de transformers hasta la fecha. Me debato entre la primera de Bay y esta. Esta es buena, pero tampoco es perfecta. 

Lo genial es cómo Knight nos ha dado una patada para que volvamos de golpe a nuestra infancia y a esos dibujos animados de los 80. De hecho, arrancamos la peli en un perfecto Cibertron, que a la par que nos recuerda al que veíamos en el mismísimo opening de los dibujos clásicos, nos recuerda por meternos de lleno en la crudeza de la guerra civil entre Autobots y Decepticons, que aquí las cosas están feas y que esto va en serio. Es la guerra! Una guerra adulta, brutal y sin piedad. Como último recurso, Óptimus Prime, el de toda la vida, el que tengo en la estantería desde niño, envía a B127, un soldado autobot a ocultarse en la Tierra y a prepararla como nueva base de operaciones. Pero Bee aterriza en pleno campo de pruebas militar con John Cena de por medio y claro, se le echan encima. Para más INRI, un decepticon aparece para darle caza y se lía parda. Bee sale victorioso, se queda mudo, desmemoriado, medio muerto, pero vencedor. Sin embargo no le queda otra más que recuperarse y para ello, se disfraza de VW escarabajo y se queda en Stand By. 

Y como si de una peli de Herbie se tratase, la Lindsay Lohan de turno, consigue hacerse con el escarabajo y llevárselo a casa como regalo de cumpleaños… sólo para descubrir que ese coche es “more tía meets the eye”. Más de lo que los ojos ven. Charlie se da de bruces mientras trata de reparar el coche con la realidad: Su coche es un alien metálico de 3 metros. Esto que a priori suena peligroso, a una chica cuya vida ha quedado destrozada tras la muerte de su padre, amante del heavy metal y de reparar coches, le parece más que genial. La amistad y casi el romance están servidos. Con el coche y con el vecino de Charlie, Memo, compañero de aventuras y pupas reconocido. 

Ya digo, puede que los fans de la saga de Bay, ansiosos de cine palomitero de 3 horas, de fuegos artificiales y adrenalina, acaben disgustados con esta historia, que deja un poco de lado las explosiones para centrarse en las interpretaciones. Yo soy más fan de esta iteración. Más intima, más pequeña y donde los héroes y los villanos se lucen más. Porque una vez en la Tierra sólo nos centramos en dos antagonistas, dos triple changer llamados Shatter y Dropkick, pero es que, aunque intervienen lo justo, por fin se les ve un desarrollo como personajes. Dos agentes enemigos que engañan al gobierno norteamericano para hacerse con el fugitivo al que buscan. 

Digo en la Tierra, porque el festival de Cibertron es glorioso por sí solo. No sólo es ver a Optimus, sino a personajes tan carismáticos como Arcee, Cliffjumper, Ratchet o Wheeljack en el lado autobot. O a Shockwave y Soundwave, con sus casetitos saliendole del pecho en el lado decepticon.

Y Bumblebee… cercano al de Shia Lebouf, pero mucho más carismático. Más humano, capaz de mostrarse dolido, triste, furioso… y hasta cómico. Qué pasa si sueltas un robot gigante en casa? Os acordáis de la escena en que Elliot iba a clase y ET pululaba por su hogar? Pues imaginaos a este transformer en la misma situación. 

Y los humanos tampoco son aquí meros adornos. Charlie conquista nuestros corazones y a la par es una gran heroina. Memo… ya lo he dicho, un pupas, pero quién no se ha enamorado como él de la vecina de al lado? Otis, el hermano pequeño de Charlie es eso… el típico niño rata porquero que al final, se convierte en el mejor guardián de la heroína. Hasta su madre y su padrastro tienen sus momentos (no como los padres de Witwicky). John Cena… me vale de militar y tipo duro medio tonto. 

No hacen falta dinosaurios ni caballeros artúricos ni leches. Esto es 100% Transformers. Una historia simple, no carente de problemas de ritmo, pero que no se hace pesada y que, además, se entiende. 

Lo mejor es que como precuela, puede encajar perfectamente en la mitología creada durante estos 11 años por Bay y encima, su humanidad es fiel a los Transformers que todos disfrutamos y como cambio de curso, como corrección, es más que eficiente.

Un perfecto comienzo para una muy prometedora nueva era. 

lunes, 7 de enero de 2019

Crítica: Mary Poppins returns


No es una película para el 2019. Pero es una bella obra. El “problema” es que es una cinta inocente, sujeta a las fórmulas de antaño. 

LIN MANUEL MIRANDA es sin duda de lo mejor de la película, sobretodo cuando se ve en versión original donde este chico, más cantante que actor (de hecho más compositor), y de hecho más rapero que las dos anteriores, brilla con luz propia. Su voz y su manera de moverse son 100% broadway y a la par son muy personales. Tanto como para destacar. Y mola su papel de Jack, el sobrino y aprendiz de Bert, un adulto con corazón de niño que conoce bien la magia de Mary Poppins y sirve por tanto de nexo de unión del mundo mágico y las calles de Londres. 

Si bien la historia es original, hay guiños al segundo libro de PL TRAVERS, en el cual también traían a Mary Poppins cometa mediante o se internaban en un cuenco de cerámica. Solo que aquella historia no sucedía sino meses después, y por tanto los protagonistas eran los mismos Jane y Michael Banks, y no su descendencia. 

Mary Poppins Comes Back fue la segunda de 8 novelas, escrita por Travers en un momento de éxito claro. La última la escribiría ya con 90 años. Y me da qué pensar si Disney no pretende (de seer la película un éxito) alargar un poco más el rollo y convertirlo en franquicia. Ese final… qué triste es ser la Poppins. 

Lo que sí es original es la BSO de Marc Shaiman y Scott Wittman, que es deliciosa, sobretodo en su versión original. Es un insulto quizás compararla con los temas originales de los hermanos Sherman y a priori no calan igual, pero también tienen la ventaja de llevar más de medio siglo resonando en nuestras cabezas. Reto: Adaptar estas nursery rhymes, estas canciones con juegos de palabras tan enrevesados al castellano del 2019.

Jane está metida en política, pero muy de refilón. Se ve que no están las cosas en este 2019 como para andar tocando según qué fibras sensibles. 

Mis dudas sobre Emily Blunt: Desaparecidas tras un par de escenas. Es algo más seria que Julie Andrews y mi corazón siempre estará con aquel gag de SNL en el que Anne Hathaway encarnaba a la niñera. Ese ene l que explicaban que supercalifragilisticoexpialidoso era una enfermedad del hígado. Anne era perfecta para el papel. Pero curiosamente ha sido su compañera de reparto en El Diablo Viste de Prada quien consiguió el papel y, por su amplio espectro interpretativo, la Blunt me ha sorprendido, no puedo negarlo. Ya la habíamos visto capaz de lo más dramático en la chica del tren y también de dominar el musical en Into the Woods. Y también ha creado su propia Mary, sin tener que verse restringida a lo que Julie Andrews hizo en los sesenta. Esta es una Mary más oscura, más triste, más adaptada a la Gran Depresión y al drama que supone que Michael enviude y no pueda gestionar su vida familiar como debe. Pero también es una Mary más picarona, más espaciada y menos edulcorada, que sonríe de forma especial, que está emocionada por volver al hogar de los Banks y que, con esa media sonrisa y esas miradas suyas, parece esconder secretos y una vida de aventuras oculta en esos 25 años en los que no se la ha visto. Parece la misma Mary, pero el tiempo, sin duda, también ha pasado para ella. 

Ben Whishaw algo falto de carisma sumido en su propia Gran Depresión y a Emily Mortimer, que tanto me gustó en la Librería de Coixet, la tienen infrautilizada. 

Rob Marshall, de bailarín en Broadway (Cats) a coreógrafo y a director de cine (Piratas del Caribe) y Chicago. Mary con peluca en The cover is not the book, es un homenaje a Chicago? Sin duda el listón estaba muy alto. No se han esperado 55 años para traer de vuelta a Mary por nada. 

La peli ejerce como secuela, y en cierto modo como reflejo, más que remake, como réplica de la cinta original. La visita al mundo de porcelana como paralelismo al mundo de tiza de Bert, el encuentro con Topsy y su mundo del revés, como respuesta al flotante tío de Bert, las andanzas de los faroleros son un guiño a los bailes de los deshollinadores. Es un homenaje. Uno que a muchos no les dirá nada y a otros les dejará con ganas de revisitar el original.