Esto parece un trabajo para… Esa es la frase que los
directivos de Warner Bros. debieron pensar vistos los resultados de
taquilla y las críticas que recibió la última de las adaptaciones del
boy scout azul: Superman Returns.
Bryan Singer
había abandonado la franquicia mutante marvelita para darle brío a una
nueva cinta del último hijo de Krypton. La visión de Singer no funcióno
(y encima hizo que matasen a Cíclope en X-Men 3 al
llevarse consigo a James Marsden) y casi siete años han hecho falta para
que una nueva película de Superman apareciese en las carteleras.
¿Y en manos de quién recaería ese trabajo o tarea de resucitar al más emblemático de los superhéroes pijameros?
Pues por un lado en las del escritor y multimediático guionista David S. Goyer (también escribe novelas y videojuegos como Call of Duty: Black Ops),
afianzado tiempo atrás en el universo DC, no sólo en lo que a cómics se
refiere sino que es la mente tras el renacimiento del Caballero Oscuro.
Por el otro lado tenemos a Zack Snyder,experto en adaptar cintas procedentes del mundo comiquero, como ya demostrase con 300 o Watchmen. Mención aparte merecen la vistosa pero irregular Sucker Punch o la muy interesante Ga'hoole, la leyenda de los Guardianes.
Pero es que más allá de ambos se extiende la sombra de Cristopher Nolan,
el hombre en quien parece haber recaído la tarea de llevar al cine el
universo DC. Con buenos resultados hasta el momento, hay que añadir, por
su particular visión realista del asunto. Visión discutida a partir de
este Man of Steel, pues lo que funciona con Batman puede no hacerlo con Superman.
Así pues, el hombre de acero vuelve a tener dos papás, como ya ocurriese antaño con la versión de Donner.
En este caso incluso tres. ¿Quién toma las decisiones por tanto? ¿El
guionista? ¿El director? ¿El productor? Todos parecen querer recibir los
méritos pero también echarse las culpas de los errores los unos a los
otros.
En resumen:
- Snyder vuelve a hacer lo que mejor sabe hacer. Construir el mayor de
los espectáculos visuales habidos y por haber con reminiscencias
videojueguiles y esta vez abandonando sus cámaras ultralentas para
pasarse a todo lo contrario, a un ritmo desenfrenado que ni el mismísimo
Michael Bay. Bien por Snyder, porque Superman funciona a otra
velocidad.
- Nolan aporta ese factor de realismo (que recuerda al concepto de
"verysimmilitud" de Richard Donner) que tan bien le funcionó con el
caballero oscuro y que ha establecido como camino marcado para este
universo comiquero cinematográfico que es el de DC. Insisto, tengo mis
dudas al respecto. Lo que funciona con unos héroes no tiene por qué
hacerlo con otros.
- Goyer: Sigue la línea de pensamiento de Nolan en el sentido del
realismo: ¿Cómo sería si un alien superpoderoso llegase a la Tierra y se
enfrentase a sus camaradas? Pues así. Ni más ni menos. Destrucción por
doquier y resultados cataclísmicos propios de una batalla de titanes al
más puro estilo mitológico. Y ese es el concepto del guión por un lado.
El público lo ha tachado de simplista. Pero algo simple no tiene por qué
ser sencillo. ¿Que la fórmula se resume en venganza por parte de Zod
más terraformación y destrucción de nuestro planeta? Sí. ¿Hacía falta
más? Probablemente no. No para un reboot. No para esta primera película que planta la piedra y le abre las puertas al último hijo de Krypton de nuevo.
Ya se habla de Man of Steel 2.
Bueno, estoy seguro de que en Warner se hablaba hace mucho y por eso
tampoco quisieron arriesgar con otro tipo de guión. Propuesta básica y
efectista, acción a raudales y fuegos artificiales. Eso es lo que
engancha y sirve como portada de lo que está por venir. Si Singer lo
hubiese hecho bien hace unos años se habría hablado de una continuación a
su Superman Returns. Pero no innovó, no dejó con ganas de más. Nolan,
Goyer y Snyder han cometido errores, posiblemente, pero han dejado al
público con la necesidad de una secuela. Y eso, porque no olvidemos que
el cine es negocio y es industria, era el objetivo.
Pero aún hay más. En lo personal, creo que han conseguido extraer mucho
de un personaje con 75 años, del que se ha contado casi todo y que
resulta en términos generales plano, aburrido y archiconocido. Han
reinventado la rueda y lo han hecho bien. No sólo han hecho un repaso a
los conceptos y etapas requetemanidas del camino del héroe campbelliano
(algo que siempre divierte, aunque se repita hasta la saciedad) sino que
han sabido sacar un poco más de jugo al personaje.
Si la segunda mitad de la película habla del "Super", la primera lo hace del "man",
comenzando desde el minuto uno con su nacimiento (por cierto en una
espléndida recreación de Krypton que a los lectores de cómics les
recordará mucho en cuanto a diseño al Kandor del arco "La caída de los Dioses"). Porque Man of Steel
es eso, la historia de un hombre de acero, alguien que aún no se ha
vestido las mallas de Superman y es sólo un hombre. Se construye el
perfil más humano de Clark Kent pero también de los valores que nos
hacen humanos a los espectadores, en este caso en contraposición a
Krypton que llega a ser una sociedad controladora y decadente con aires a
lo Un Mundo Feliz de Huxley.
En lo concreto nos centramos en Clark, un muchacho de Kansas que por
consejo de su padre adoptivo espera su momento y lucha por encontrar su
lugar en el mundo… o en el universo. La versión de Singer ya comenzaba a
plantearse la humanidad del todopoderoso Superman, su soledad, sus
sentimientos… y le ubicaba en, como decía el artículo de Lois Lane, "un
mundo que no necesita a Superman". Pero todo quedaba a medio gas porque
Singer trató ante todo de homenajear las películas de Donner, de
mantener una continuidad y un respeto para con los clasicismos del
personaje. Y, tristemente, no gustó. El siglo XXI le deparaba otra cosa
al perosnaje. Nolan, Goyer y Snyder se fueron pues al extremo contrario.
En Man of Steel
partimos de cero. Nos olvidamos de los calzones por fuera y de
Cristopher Reeves. Pero mantenemos al héroe que es el hombre de acero y
no sólo eso, también le humanizamos, hacemos introspección en sus
sentimientos, en sus metas, en sus valores como persona.
Otra queja del público: Man of Steel es un artificio extremadamente largo a base de batallas infinitas y, más allá de eso, Superman jamás pondría las vidas de seres humanos en peligro.
Bueno, quizás en el universo más realista de Nolan, es bastante más
complicado enviar a tu enemigo a luchar al polo norte. Y tal vez en la
mente de Goyer bullían otros planteamientos, como el hecho de que
estamos asistiendo al nacimiento del héroe y este es, por tanto,
imperfecto. No es aún el Superman que todos conocemos. Está en
desarrollo, está aprendiendo, aunque sea por el método empírico a modo
de ensayo y error. El superman moralista y protector que conocemos no
ha llegado aún (y ese es otro de los factores que hacen que te entren
ganas de ver una secuela). El héroe es aquí más humano, con lo bueno y
con lo malo que nos caracteriza. Todos perdemos los estribos, como Clark
hace con el camionero. Todos nos enamoramos, tenemos que dejar de ser
fieles a nuestros valores en algún momento por un bien mayor…
Otra más: Clark Kent no aparece en pantalla. Yo más
bien diría "Superman apenas aparece en pantalla". Yo tuve la sensación
de ver a Clark durante la mayor parte del metraje. El auténtico Clark,
no el personaje que él a posteriori se crea como disfraz. Porque uno de
los temas que siempre me han atraído acerca de este personaje es pensar
en quién es la máscara de quién. ¿Es Superman el personaje o lo es
Clark? Tal vez la más correcta de las respuestas sea el decir que él es
Kal-el, Clark el disfraz y Superman el nombre por el que el mundo le
conoce. Así pues, incluso "sin Clark Kent", existe un magnífico dualismo
que caracteriza al personaje.
Y para finalizar un último apunte acerca de las reminiscencias religiosas que tanto se han criticado en este Man of Steel:
Superman ha sido siempre, desde su concepción un héroe mesiánico. Jerry
Siegel y Joe Shuster, sus creadores, eran una pareja de judíos
inmigrantes y su perfil social no pasa inadvertido en muchos de los
conceptos que definen al personaje. Lo mismo era palpable en la versión
cinematográfica de Donner y los Salkind. Donner y Mankiewicz dejaron
bien clara la metáfora acerca de Dios y Jesucristo. Sólo recordemos las
palabras de Jor-El, encarnado por Brando, para con su hijo mientras le
enviaba a los hombres.
Ellos pueden ser un gran
pueblo Kal-El, desean ser un gran pueblo. Sólo necesitan la luz que les
muestre el camino. Por esta razón sobre todas, por la capacidad que
tienen para hacer el bien, te he enviado a ellos, a tí mi único hijo.
Quizás en Man of Steel
los guiños al elemento religioso sean precisamente más claros pero a la
par más artificiales. Hablo de la referencia a la edad de Cristo o la
charla con el párroco. Y por eso han de ser tomados más a la ligera. Es
más importante quizás el modo en que Superman dice haber elegido a los
hombres por encima de todo y el cómo se sacrifica por ellos, el hecho de
tener dos padres, uno de carne y hueso que le aportó los valores, otro a
modo de fantasma que le rescata milagros tecnológicos mediante. Aún y
con eso, no caigamos en la facilidad de criticar unas reminiscencias que
llevan ahí 75 años y menos aún en un universo cinematográfico como el
actual, plagado de profecías y héroes mesiánicos mucho más evidentes.
Dado el carácter más de análisis que de crítica cinematográfica al uso,
me ahorraré profundizar en las interpretaciones de los actores,
quedándome eso sí con un Michael Shannon que perfectamente encarna al bipolar Zod, nacido para luchar e incapaz de librarse de su destino. El británico Henry Cavill nos hace traspasar los espartanos músculos de Clark Kent para llegar a su mente. Magnífico trabajo. Amy Adams
sigue dejándome con la duda de si algún día encontrarán una actriz que
pueda recrear lo que Lois Lane es en los cómics. Y los veteranos de la
cinta, Rusell Crowe, Diane Lane, Kevin Costner o Laurence Fishburne,
demuestran el callo que tienen pero no brillan, quizás por falta de
líneas en el personaje o escenas relevantes. Y añadiré, más de cara a
los personajes, que se ha echado de menos un divertido Jimmy Olsen o a
los acólitos más carismáticos de Superman II, Non y Ursa (y eso que me
quito el sombrero ante Fara-Ul).
En definitiva, Man of Steel,
a parte de las críticas que se le puedan hacer a lo básico del guión o
los gazapos, o los minutos de metraje destinados a escenas de acción,
CGIs videojueguiles etc… si hay algo que no hace es echar por tierra al personaje de Superman.
Simplemente lo reviste, lo relanza y lo adapta de modo más que
aceptable a los tiempos que corren, no sólo como ser individual sino
desde el punto de vista de su relación con la sociedad norteamericana
contemporánea. Conceptos como el origen, el poder, el saber
quién tiene derecho a intervenir en el desarrollo de la humanidad y en
definitiva, el descubrir quién o qué es un héroe están ahí y son la esencia del cómic (y el cine) pijameros.
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