El
espacio, la última frontera… de nuevo. Vuelven Kirk, Spock, Uhura y compañía.
Vuelve Star Trek y lo hace de la mano del que se ha convertido en su nuevo
padrino: El señor J.J. Abrahams. Vuelven los destellos y los "lens flares"
Star
Trek es una de esas sagas que sabe reinventarse una y otra vez. Primero fue una
serie, después dio el salto a la gran pantalla, una nueva generación heredó la
USS Enterprise en los noventa… Y hace unos años, asistimos al reboot de esta
space-opera de un modo desde luego original e inteligente. Abrahams, acompañado
de sus habituales acólitos Kurtzman y Orzi supieron darle una vuelta de tuerca
a Star Trek, su universo y sus personajes. El modus operandi recuerda a casos como los de James Bond o
Doctor Who, productos que han sabido mantener la esencia original mientras las
caras de sus protagonistas iban variando con el tiempo. Cuando STAR TREK (2009)
llegó a la gran pantalla, los trekkies se mantuvieron realmente escépticos.
Nadie en el universo conocido podría reemplazar a Shatner o Nimoy en los
papeles de Kirk y Spock. ¿Nadie? El film de J.J. Abrahams nos hizo cambiar de
idea, es más, nos hizo pensar, no que Chris Pine o Zachary Quinto eran las
caras ideales para los nuevos Kirk y Spock, sino que casi cualquier cara
hubiese valido. Lo que importaba era el relato. Nos hizo disfrutar la historia,
sufrir con las escenas de acción, emocionarnos con el drama y las batallas
espaciales. Un nuevo Star trek había nacido y venía pisando fuerte.
Star
Trek: Into darkness planteaba por tanto la dificultad de mantener la calidad
del primer episodio de la que ha sido anunciada como una trilogía a cargo de
este equipo creativo. Y lo ha conseguido. El reto estaba planteado. Si bien la
primera película tenía todo el interés del mundo por presentarnos a unos
jóvenes cadetes convirtiéndose en las más famosa de las tripulaciones de la Flota
Estelar, esta vez nos teníamos que adentrar de lleno en la acción. Habíamos de
acompañar a la Enterprise donde ningún hombre había llegado.
Y así
comienza la película: Se abre el telón y pillamos a estos temerarios
exploradores espaciales con las manos en la masa, salvando una planeta entero
de ser consumido a riesgo de revelar su nave a una civilización que aún no ha
descubierto ni la rueda (una de las reglas más estrictas de la Federación es el
no influir en la natural evolución de una especie). Por otro lado, un grandioso
Benedict Cumberbatch (el moderno Sherlock de la BBC, capaz de apoderarse de
cada plano en que aparece) le salva la vida a la hija de un miembro de la Flota
Estelar. A cambio, este miembro le permite atentar contra una de las sedes de la
mencionada organización. La acción está servida. Cumberbatch se ha convertido
en una fuerza imparable cuya misión es destruir todo cuanto representa la
Feredación. Tras atentar contra sus líderes se refugia en Qo’nos (Kronos) el planeta
madre de los Klingon. Tal será el destino de la Enterprise en busca y captura
de John Harrison (Cumberbatch). ¿Quién es este tipo de capacidades
sobrehumanas? Y hasta aquí se puede leer. El resto merece la pena descubrirlo
por uno mismo.
Y es
que con Damon Lindeloff, Roberto Orci y Alex Kurtzman nunca se sabe .Este
equipo de guionistas saben mantenernos pegados a nuestros asientos sin
pestañear, saben encandilarnos y guiarnos por un camino para luego
sorprendernos gratamente con giros inesperados de la trama. Y sobretodo, saben
lo que es el cine palomitero de calidad.
Abrahams
sigue cumpliendo con su palabra: Darle a Star Trek la acción que el género
requiere. Olvidarnos de las batallas de submarinos y hacerla más… más… más Star
Wars (estas fueron palabras textuales de J.J, lo cual resulta irónico por ser
él el encargado de dirigir la nueva entrega de la Guerra de las Galaxias).
Cabe
destacar también una fantástica banda sonora de Michael Giacchino que acompaña
a lo largo del trayecto espacial. Dramáticas orquestas, tristes pianos y
gloriosas fanfarrias aderezan el festival de efectos visuales que es Star Trek:
Into Darkness.
Pero si
por algo el duodécimo largometraje de la saga galáctica nos deja con buen sabor
de boca es porque sigue las reglas de Star Trek. Es muy Star Trek. Klingons, tribbles,
humor trekkie, relaciones entre
personajes perfectamente definidas… Desde el señor Scott de Simon Pegg hasta el
“Bones” McCoy de Karl Urban pasando por el Sulu de John Cho, el modo en que la
mítica tripulación es representada es simplemente maravilloso.Roddenberry se
sentiría orgulloso.
Las dos
horas de metraje pasan totalmente desapercibidas y sientes cómo estás
contemplando el segundo episodio de una muy bien construída trilogía (Abrahams
va sentando las bases en este film de una futura guerra contra los klingons).
Los paralelismos con otras cintas de la franquicia, los cameos y los homenajes
están a la orden del día.
Un “must”
sin duda, un nuevo acierto para la franquicia, una nueva puerta abierta para
trekkies y no trekkies. Esta claro que de la mano de J.J Abrahams, Star Trek
goza de una larga vida y prosperidad.
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