jueves, 1 de noviembre de 2018

Crítica: Pose - Temporada 1

La categoría es… STRIKE THE POSE!

Toca la patata este show centrado en el desventurado colectivo LGTB de finales de los 80 en una nueva York que les daba la espalda y les castigaba con el silencio mientras ellos sufrían los estragos de ese fantasma que les perseguía en la sombra llamado SIDA.

Aún así, Pose no es un drama (o no es sólo un drama). Parte de ahí, sí, pero yo diría que es más bien un canto a la vida. Al positivismo, al renacimiento y al seguir adelante. A levantarse cada día para decir, este soy yo. Soy como me siento. La genética no me define. Mi sexo no va a decidir por mí.

Y es un canto a la vida relatado a través del musical y el melodrama. Pero esto no es el Glee de Brad Falchuk y Ryan Murphy. Aquí hay pena. Hay familia y no precisamente consanguínea, sino familia de verdad de las que se forman por supervivencia y amor. Hay desgracia, pero también el calor de la comunidad. La verdad es que da gustirrinin cuando te metes en la piel de estos personajes. Y vaya si te metes… que acabas llorando. Yo hace mucho que no me estremecía así.

Es majestuosa la visión que se da de la situación que muchas personas transgénero viven. Cómo sienten el rechazo y el miedo por la imagen distorsionada que la sociedad tiene de su verdadero yo. Y cómo cuando renacen y son consecuentes con su persona interior se enorgullecen también de ser quienes realmente son. Porque uno no es su órgano sexual.

Por cierto, como colofón, no olvidemos a Evan Peters, atrapado en su vida perfectamente imperfecta.


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