martes, 11 de diciembre de 2018

Crítica: Jack Ryan


Ya sabéis que soy gran fan de la fantasía y la ciencia ficción, pero me he dado cuenta de que en la intimidad tengo otro género del que disfruto sobremanera cuando mi mente requiere cierta desconexión. Quizás siguiendo la estela de mi progenitor, a temprana edad ya me convertí en fan de Bond. Después descubriría a un sofisticado Ethan Hunt que haría mis delicias de adolescencia. Pero con los años y la madurez… bueno, madurez, ya me entendéis… descubrí otro personaje que sin que yo lo supiera me iba a enganchar, aunque fuese a base de reposiciones en televisión, aunque, como Bond, tuviese más de dos y más de tres caras diferentes. Al principio, ni siquiera era consciente de estar ante las aventuras de un mismo personaje y mucho menos aún era consciente de que aquellas películas eran adaptaciones de una serie de best sellers que triunfaban en los ochenta.

El autor y padre de la criatura, don tom Clancy. La criatura en si misma, el señor Jack Ryan. 

Sí, el analista de la CIA que ya interpretase Alec Baldwin en La Caza del Octubre Rojo, frente al mismísimo Sean Connery. El mismo al que Harrison Ford le puso cara en dos ocasiones, en Juego de Patriotas y Peligro Inminente. El mismo Jack Ryan que, con la cara de Ben Affleck se enfrentó al Pánico Nuclear y que hace tan sólo cuatro años regresó de la mano de Chris Pine en Jack Ryan: Operación Sombra. Sí, ese Jack Ryan. Lo mismo a vosotros también os ocurrió. Las habíais visto todas y no erais conscientes de cuánto os gustaba el personaje. 

Un tipo que en las novelas de Clancy pasó de simple analista a director de la CIA enfrentado al mismísimo presidente de los Estados Unidos. De hecho, un personaje que sobrevivió a su autor en el papel, pues otros autores siguieron desarrollando sus historias tras el fallecimiento de Clancy. 

Así que está muy vivito y coleando. Algo que notaron algunos productores de Amazon Prime, los cuales dijeron “Ey, no hay suficientes espías molones en el mundo mundial”. Esto no es un mundo de ficción como el de Counterpart o Man in the High Castle. Estamos en el mundo real pero… Jack Bauer. Carrie Mathison? Buhhh, pasados de moda. Relancemos al buenazo de Jack Ryan. Un héroe de nuestra era”.

¿De nuestra era? Bueno, acabo de decirlo, hablamos de un hombre caucásico cuasi perfecto que ha sido interpretado en los 80, los 90, los 2000 y ahora dos veces a mediados y finales de la década de los 2010. O es el personaje definitivo y es tan guay que encaja genial en toda situación geo-política que se le ponga por delante. O es tan simple, típico y tópico que… encaja genial en toda situación geo-política que se le ponga por delante.

Tras haberme visto los 8 episodios de la serie con la esperanza de encontrarme con el nuevo Homeland, opto más por la segunda opción. 

Y mira que en el fondo me ha gustado la encarnación de John Krasinski como Ryan. Krasinski parece la inspiración para Rompe Ralph, un tipo grandote pero con cara y actitud de buenazo. Un boy scout en toda regla que igual te resuelve derivadas mientras desarma a un criminal que llora con los Teletubbies. Así es él. Un actor cuyas cejas tienen vida propia. Y así es Ryan, la clase de personaje bonachón que todos escribiríamos. Pero por algo no somos literatos o guionistas. El mundo nos pide chicha y por eso en los tiempos que corren, como espectador me funciona mejor una Carrie Matheson bipolar que la lía parda en la CIA y con la cual sufrimos cuando no se toma su litio, que este hombretón sin imperfecciones que sufre de estrés post traumático. 

Lo mejor de la serie? Que es un reboot y que estemos familiarizados o no con el personaje funciona. Nos pone de nuevo en el punto de partida, con Jack como un joven analista de la CIA, un joven especialista en Wall Street y ex-marine, al que le encanta rastrear las transacciones financieras de más de un terrorista. 

Otro punto a su favor? Si os gusta la acción, cada uno de los ocho episodios de Jack Ryan ofrece al menos una escena intensa de tensión y tiroteos en alguna localización del mundo mundial. Sí, porque no han reparado en gastos y aquí se va de Langley a París, de ahí a Irak y de vuelta en el día, sin problema. 

Lo peor? Que esto ya lo hemos visto. Al héroe. A la CIA. Al ex-marine. Incluso al terrorista con el cual quieren que empaticemos. Suleiman, el nuevo Bin Laden. Un yihadista libanés con muchísimo talento y contactos. Dulce con su familia pero con convicciones. Gran hermano, mejor marido y padre, letal asesino. Sin embargo, así como su carácter y sus valores parecen estar muy bien dibujados, sus auténticos planes, sus objetivos, quedan algo borrosos y su modus operandi llega a ser algo desastroso. Sin dar mucho detalle, me chocó cómo tras organizar un atentado brutal, lanza un mensaje al mundo dando la cara e identificándose como el culpable. Su rostro está en cada pantalla, en cada periódico. Pero luego pasa una aduana en un pequeño aeropuerto de Estados Unidos con un pasaporte canadiense falso y unas gafas. El efecto Clark Kent lo llamo. 

Aún así, un hurra por el trabajazo de Ali Suliman, que, aunque imperfectamente, no es su culpa,  da vida a un personaje complejo y muy similar, curiosamente al que el mismo actor encarnase en una película que comparte género, Red de Mentiras, con Leonardo Dicaprio, Russell Crowe, Tom Strong, Oscar Isaac… no sé si os acordáis. 

Junto a Ryan, tenemos a su superior, Greer, otro tipo traumatizado por un pasado violento y que ha pasado de ser un férreo militar a verse atrapado entre analistas sabelotodo, lo que le pone de los nervios. Y para colmo, es musulman, con lo que todo este caso que está sacando a la luz Jack, le toca la fibra sensible. La verdad es que la relación entre estos dos, por ser polos opuestos que acaban adorándose recíprocamente en silencio, como las hemorroides, es de lo más chulo de la serie. 

De hecho diría que es la mejor relación de la serie. Porque aquí va mi otro punto negativo. Las féminas. Qué pasa con ellas? Es una serie de testosterona y machotes. Y eso que insisto, Jack es un buenazo, casi aburrido, que te dan ganas de inyectarle adrenalina en el corazón a lo Pulp Fiction para que espabile. Me da mucha rabia que haya tan sólo dos personajes femeninos de importancia y que queden relegados a seres dependientes del macho alfa. 

Por un lado, la esposa de Suleiman, que le ama, pero no quiere que sus hijos se críen con un líder terrorista y que hará lo que sea para evitarlo, pero que al final, o depende de un hombre, o de otro. De su marido, de su tío, del tipo de la frontera con Turquía, del propio Jack…
Por el otro lado está Cathy, la futura esposa de Jack (pero ella no lo sabe). Aquí aún son dos mozuelos que se cruzan y comienzan a enamorarse por azar. Si, es una doctora virología del copete (ha dado un salto de escalafón, porque en las novelas sólo era oftalmóloga), pero queda relegada a interés romántico y OH, la doctora que por casualidad descubre X, Y y Z, cuestiones que son de interés para la CIA y OH vuelve a cruzarse con Jack. 

En definitiva, es un show que funciona. Si os gusta Homeland, os gustará Jack Ryan. Pero id con conocimiento de causa y sabed que es una opción muy descafeinada del género. Personajes planos, casi paródicos del género y tramas que ya hemos visto antes. Pero también tiene escenas de acción muy chulas (en esta era en la que Daredevil demuestra lo que son las escenas de ACCION con mayúsculas) y también tiene un protagonista, un tercio príncipe de Disney, un tercio Einstein y un tercio máquina de matar que por fin encaja con el personaje tal como se concibió. Ah, y otro pro, son sólo 8 capitulitos que, además, cierran perfectamente un primer arco argumental, pero dejan miguitas para lo que está por venir. 

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