viernes, 19 de octubre de 2018

Crítica: Haunting of Hill House

Lo mismo si no llega a ser porque me enganché a ella según la estrenó Netflix, no me hubiese llamado la atención. Más aún cuando los devotos de la novela de Shirley Jackson la cataron y escupieron lo poquito que habían probado. Muchas veces en ese punto, dado el volumen de material audiovisual de calidad a nuestra disposición, hubiese dejado esta serie de lado. Pero resulta que me me puse a verla y que desde un primer momento tuve a mi disposición todos esos elementos que me gustan en una historia de terror clásica: Niños, casas encantadas, estudiosos de lo paranormal…

Ya digo, los conocedores de la novela gótica con la que Shirley Jackson prácticamente moldeó las historias de fantasmas de los años 50 en adelante, se rebotarán al ver esta serie. Al menos, si lo que buscan es una traslación fiel de la historia. Porque aquí sigue habiendo una señora Dudley y una puerta roja que no se abre, pero en esta versión (no olvidemos que ya había una película de Robert Wise y otra del 99 con Catherine Zeta Jones y Liam Neeson de por medio… en esta versión, su guionista y director, Mike Flanagan, ha hecho un poco de borrón y cuenta nueva.

Este señor, director de una peli que también me dio mucho miedito o al menos mal rollo hace ¾ años, Oculus, ha decidido contar la historia que le ha dado la gana y vestirla de The Haunting. Pero hay que reconocerle que, si nos olvidamos de la novela homónima, lo ha hecho genial.
Sí, porque se ha olvidado del toque más misterioso-detectivesco original para relatarnos la historia de un drama familiar. Pero además, no lo ha hecho de forma cotidiana, sino que ha creado a través de sus 10 episodios un puzzle maravilloso cuyas piezas vamos encajando capítulo a capítulo. Y con cada pieza encajada, el regustillo es sublime.

No penséis que es una serie de terror al 100%. La maldición de Hill House mezcla a partes iguales drama y terror. De un modo fabuloso, aunque a veces, dada la historia familiar, llegue a resultar moñas.

La historia se centra en la familia Crane, que a principios de los 90 decide mudarse a un caserón para rehabilitarlo y revenderlo. Hugh y Olivia son arquitectos y se mudan allí un verano con sus hijos para hacer reformas. De mayor a menor, los chavales son Steven, Shirley, Theo y los gemelos Luke y Nell. Todo parece normal al principio pero poco a poco todos ellos irán experimentando los horrores que alberga la casa más encantada de América. Algunos, paranormales, otros, relacionados con la madre Olivia, muy reales.

Y a la Stephen King en It, nos encontramos con estos niños y su padre, ya creciditos y haciendo sus vidas, cada un por su lado, en la actualidad. Mola porque de adultos vemos cómo serían esos típicos niños de peli de terror traumatizados, veinte años después.

Steve se dedica a investigar casos paranormales y a escribir sobre ellos aún y no creyéndose ni media. Shirley es dueña de una funeraria. Theo es psicóloga y además tiene el don de la psicometría. Es capaz de saber acerca de los lugares o las cosas que toca. Luke, se rehabilita en un centro contra la drogadicción y Nell ha ido de bajona en bajona y de psiquiatra en psiquiatra. Esto lleva precisamente a la pequeña, a volver a la casa y a suicidarse en extrañas circunstancias. Es el momento de reunirse de nuevo.

Así, empezamos a montar ese rompecabezas yendo adelante y atrás en el tiempo. Pero es que además, cada capítulo representa el punto de vista de uno de los personajes. La historia, digamos que transcurre en poco más de un día y medio. Pero vemos ese día y medio repetido desde todos los ángulos posibles y poco a poco atamos cabos. Hasta llegar al final del capítulo cinco. Sublime, por cierto. Hace tiempo que no me flipaba tanto una escena que ha llevado cinco capítulos construir.

En el seis, otro episodio majestuoso, la familia se reúne por fin para el funeral de Nell. Todos los miembros se reúnen así en el tanatorio que regenta Shirley. Pero es que el maldito Mike Flanagan nos cuenta el reencuentro a través de 5 impresionantes planos secuencia sin cortes, que nuevamente nos llevan atrás y adelante en el tiempo como si de una montaña rusa se tratase.

Como ya hiciesen otros autores y directores, Flanagan flirtea con la idea de fantasma. Del toro lo planteaba como un recuerdo que deja huella y similar es el concepto de Hill House. Un recuerdo. Una sombra. Un secreto…

Y así como funcionan las historias de cada uno de los personajes (en conjunto, pues por si solas algunas pueden resultar flojas, pero al vincularlas todo cobra sentido, en el pasado y en el presente), funciona sobremanera el elenco. Me hacen gracia los padres cuando son jóvenes, interpretados por Carla Gugino ella, que me parecía demasiado bella para el papel al principio pero me encajó perfectamente al final según el personaje de Olivia se pierde en la oscuridad. Y Henry Thomas es el joven Hugh. Ni más ni menos que el Elliot de ET ya crecidito. Nada le tiene que envidiar su contraparte en el presente, un Timothy Hutton que emana sosiego cada vez que aparece en pantalla. No os digo ya lo que molan los peques, sobretodo Luke y Nell, traumatizados por la visión de un tipo flotante con bombín y una señora con el cuello partido.

El terror de Hill House funciona muy bien en la TV en esta época de Monjas, Annabelles y Paranormal Activities. Y lo hace por saber conjugar emoción y miedo, con sustos puntuales de saltar en el sofá y momentos de tensión total. Hay casa encantada, niños y fantasmas? Si. Que no es nada nuevo? No. Pero esa familiaridad es también parte de la fórmula que hace que funcione. La serie juega con nuestras expectactivas hacia el género… y las deconstruye.

Aquí lo importante es revelar el misterio. Saber qué le pasó a la familia Crane entonces y qué les ocurre ahora. Qué les persigue. Qué les une y qué les distancia. En qué creen y en qué no.

Y eso, frikis, os tendrá colgados de esta serie hasta el último momento. El cual, ya me aventuro a decirlo, es algo más moñas de lo necesario.

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